La peripecia de los Diáconos permanentes

Diáconos permanentes de Orihuela - Alicante

Se cuentan  por cientos en todo el globo. Trabajan silenciosamente y comparten parte de su tiempo y dinero por el bien de la Iglesia, no buscan estar en la nomina clerical y son clérigos en primer grado, aunque su historia data de principios del cristianismo  su figura es reciente  y habitual en los últimos siglos de la vida de la Iglesia, pero, son incomprendidos,  utilizados  y  limitados al antojo de la jerarquía eclesiástica.




El diacono permanente es una figura muy actual en la Iglesia, necesaria y útil que muchos Obispos no han sabido aprovechar, y donde la aprovechan  los limitan. Incluso hay testimonios  de verdadera santidad y entrega mas marcada en diáconos permanentes que en los mismos Sacerdotes y Obispos de muchas diócesis.

Rubén es diacono permanente, con 26 años de casado, maestro de profesión  con una maestría en psicología y padre de  6 hijos, hace 8 años su párroco lo presento al Obispo como candidato a Diacono permanente, después de un año de entrevistas fue aceptado para iniciar los estudios de formación que lo prepararian mas tarde como diacono permanente, y posteriormente fue ordenado por el Obispo del lugar.

El trabajo de un Diacono permanente es similar al de un Sacerdote, bautiza, predica, casa y en algunos casos dirige espiritualmente a algunos laicos, ese es el caso de Rubén, gracias a su maestría en Psicología.

Los deberes del Diacono permanente están señalados en  la Lumen Gentium y por los cánones 757, 835, 910, 943 y 1087 del Derecho Canónico. En ellos se afirma que  sus deberes son: administrar solemnemente el bautismo, conservar y distribuir la Eucaristía, ministros de la exposición del santísimo Sacramento y de la bendición eucarística, ministro ordinario de la sagrada comunión, portar el viático a los moribundos, en nombre de la Iglesia asistir y bendecir el matrimonio, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo de Dios, presidir el culto y la oración de los fieles, servir en el ministerio de la palabra al pueblo de Dios, celebrar el culto divino, administrar los sacramentales como pueden ser el agua bendita, la bendición de casas, imágenes y objetos y por último presidir el rito fúnebre y la sepultura.

En muchas diócesis mexicanas los diáconos  permanentes han sido relegados, a suplir el trabajo del Sacerdote, cuando en realidad son Sacerdotes que han sido ordenados para ayudar mediante la colaboración al Sacerdote y al Obispo. Su trabajo es tan intenso que muchas veces puede pensarse que trabajan mas que los Sacerdotes en las parroquias. Pocos Sacerdotes valoran el importante trabajo de estos hombres que  dividen su vida entre su familia, su trabajo  y el servicio en la Iglesia. A diferencia del Sacerdote que no tiene familia (esposa e hijos) y otro trabajo.

Pocos Obispos integran en algún trabajo pastoral a los diáconos permanentes, como por ejemplo en la Curia, en el Seminario, o en otras instancias diocesanas, mas bien los tienen como servidores de segundo plano. 

Y es que el Diacono permanente es parte de la jerarquía de la Iglesia, tiene voz y voto en ella, y así como tiene obligaciones tiene derechos. Contadas son las diócesis que a los diáconos permanentes les ofrecen servicios médicos, o que los integran a la mutual clerical, contados son las  que ofrecen algún estipendio al diacono para su apoyo, y es que por ahí escuche el comentario de que un Obispo decía que si querían ser diáconos que cada quien se haría responsable de sus gastos y que la diócesis no podría pagar sus servicios, puesto que serian tomados como una especie de  apostolado, razón burda y tonta el pensar esto, ¿acaso el diacono permanente es un miembro mas de la pastoral?, no,  es miembro de la jerarquía de la Iglesia pero esa jerarquía los tiene sometidos, por miedo  a que  el Diaconado  permanente empiece a tomar posturas y posiciones dentro de la misma Iglesia. 

A muchos Obispos les interesa  mas la cuestión económica que la pastoral, he ahí la preocupación del sostenimiento de los Diáconos permanentes, por ello, hacen hincapié que quien quiera ser diacono  tendrá que solventarse sus gastos y que no tienen derecho a las prestaciones que los Sacerdotes tienen o que incluso los Diáconos transitorios, se les olvida que también son clérigos.

Seria interesante que la Iglesia, en especial los Obispos, valorara el papel de los Diáconos Permanentes, esto ayudaría a una nueva primavera sacerdotal en la Iglesia católica y se atacaría de fondo la crisis vocacional, pero sobretodo se protegería el celibato.

Desde hace años existe una figura parecida, la de los “viri probati”  que surgió en el Concilio Vaticano II en 1965 y se retomo en el Sínodo de los Obispos en 1971, y es la figura de los hombres casados que son idóneos  y como posibles candidatos a la ordenación presbiteral, desde luego hombres distinguidos por la Iglesia y por la comunidad.

El caso es que los Diáconos permanentes  hoy en día se enfrentan a una serie de peripecias, dificultades y candados  para hacer su trabajo e incomprensiones de parte de los Obispos y Sacerdotes  quienes con el fin de relegarlos  a algunos trabajos que muchas veces no son propuestas de servicio sino para  quitar la carga de trabajo de los Sacerdotes, en pocas palabras lo que los Sacerdotes no quieren hacer por flojera se lo dejan a los diáconos permanentes, trabajo que ellos, en la mayoría de los casos hacen con gusto y desinteresadamente.

Ojala que los Obispos consideren y den el valor necesario a los Diáconos Permanentes en el servicio de la Iglesia, esto  podría equilibrar el trabajo clerical, fortalecer la pastoral y llegar a lugares descuidados o faltos de atención pastoral.


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