Chile: pueblo se une para repudiar a su nuevo Obispo, quien solapo y encubrió a Fernando Karadima, el Cura abusador
La sociedad chilena se esta dando cuenta que la jerarquía eclesiástica esta podrida. Las cosas no andan bien, huelen mal y andan mal. Aunque el Arzobispo de Santiago de Chile Ricardo Ezzati pretenda tapar al sol con un dedo.
Ya no es un secreto a voces que la jerarquía católica chilena encubre y protege a curas pederastas. La máxima figura de la Iglesia chilena es uno de los mas grandes cómplices que hayan existido en ese país sudamericano. Los miles de católicos chilenos pudieron comprobar esto con la promoción al episcopado de uno de los pupilos incondicionales de Fernando Karadima, el Cura abusador chileno, una especie del aberrante Maciel.
Se trata del Obispo Juan Barros, ya hemos hablado (aquí) quien fue promovido al episcopado por el entonces Obispo de Valparaiso, otrora amigo de Karadima y hoy Cardenal. Aunque fue promovido por Medina, el principal protector tanto de Karadima y de Barros fue el Cardenal Juan Francisco Fresno.
Fue en el año 2000 cuando Medina invito a colaborar a Barros como su Obispo auxiliar, cinco años después lo promovió a titular para la diocesis de Iquique y el 10 de enero de 2015 ante la sorpresa y malestar de los ciudadanos de Osorno fue nombrado su quinto obispo.
Osorno es una diocesis que pertenece a la Arquidiocesis metropolitana de Puerto Montt, fue erigida en 1955, con 9.236 kilómetros cuadrados de extensión tiene un largo historial de testimonios de servicios tanto de curas como de laicos.
La noticia del nombramiento sacudió y despertó a la comunidad, sacerdotes y laicos se organizaron unidos bajo un mismo objetivo: la de impedir la llegada de Barros a la diocesis, cartas al gobierno, a la Nunciatura, a la Congregación de los Obispos y al mismo Papa no detuvieron el arribo del Obispo. La toma de posesión fue el pasado 21 de marzo en medio de pancartas distribuidas por toda la ciudad y gritos de los inconformes dentro y fuera de la catedral, fue una toma de posesión muy accidentada, no se había visto algo así en la historia de la Iglesia Chilena. El Obispo tuvo que arribar a su diocesis custodiado por un fuerte dispositivo de seguridad y de madrugada, para evitar encontrarse con los inconformes, peor aún, iba casi enmascarado, como un prófugo que se esconde.
Muchos Sacerdotes no asistieron a la misa ni a los eventos, en represalia por el nombramiento. Inicia el calvario del hijo de Karadima, en una diocesis que no lo quiere, ni lo querrá.
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