¿Existe un cisma tácito en la Iglesia católica?

Ya lo decía Benedicto XVI que “el peligro más grave para la Iglesia" católica son los pecados cometidos por sus miembros, que la contaminan desde dentro. También  en diversas ocasiones ha afirmado que la mayor "persecución" contra la Iglesia no venía de "enemigos exteriores", sino de su propio "pecado". Entonces podríamos hablar que si no existe una purificación en la Iglesia se está alimentando a una ruptura de consecuencias  impredecibles.

 Si atendemos a lo que la palabra “cisma” significa estaremos de acuerdo en que viene a suponer no sólo una separación o división, digamos, en la Iglesia católica, sino, además, una “escisión, discordia, desavenencia”.

Por lo tanto, lo que se plantea es si existe, en el seno de la Iglesia católica, una situación tal de la que se pueda entender que existe una que lo sea cismática y si la misma se produce no de forma expresa (lo cual clarificaría muchas cosas) sino, al contrario, tácita que es lo mismo que decir que existe una desavenencia tal que no puede haber acuerdo pero no se da el paso siguiente a tal situación.

Son muchas las personas que, dentro de la Iglesia católica manifiestan, por activa y por pasiva, una crítica a lo que se hace desde la misma a nivel doctrinal y a niveles, simplemente, de funcionamiento de la misma. Así, son muchos teólogos los que, en reiteradas ocasiones hacen de su capa un sayo y exponen doctrinas contrarias a la católica relacionadas con los más diversos temas como, por ejemplo, el valor de la Última Cena o, en general, todo lo que tiene que ver con la figura de Jesucristo, lo que hizo, cómo lo hizo y la intención que tuvo al hacerlo.

Tales doctrinas siembran no sólo cizaña sino que, con toda seguridad, pueden inducir a error a los creyentes que se acercan a ellas, a lo mejor, con buena fe y buenas intenciones. Actúan, así, como las personas de las que decía Jesús que tendrían que colgarles una rueda de molino al cuello y echarlas al mar (“Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar” (Mc 9, 42) dijo, en concreto) por violar, de tal forma, la inocencia de tales creyentes, pues no pocas veces lo que escriben, dicen y transmiten es un escándalo.

Y esto produce, según lo dicho arriba, escisión, discordia y desavenencia lo que es, en efecto, una situación, de facto, de cisma. Sin embargo, nada se hace para dar solución a lo que es evidente que pasa en la Iglesia católica.

Por eso preguntamos si es que existe, según lo expuesto, un cisma tácito en el seno de la Esposa de Cristo y si tal cisma debería dársele solución de una manera, además de contundente, clarificadora para que nadie se lleve a engaño en un futuro.

Y es que, además, llega a ser cismático quien, sin apartarse de la Cristiandad se rebela contra la autoridad legítima. Y, como sabemos, hay muchas formas de rebelarse contra quien ejerce tal autoridad y muchas las personas que, con su teología, digamos, “especial”, lo hacen cada día, sin empacho alguno y, al parecer, sin síntoma de vergüenza ni conflicto con su conciencia.

Por lo tanto, existe una situación verdaderamente cismática en la Iglesia católica que debería ser solucionada por quien, precisamente, tiene autoridad para solucionarla porque, en realidad, existe la apariencia de una supuesta unidad que no se da en el cada día de cada día.

Pretender que existe algo que no existe sólo puede traer como consecuencia prolongar la agonía.

De todas formas, dice San Pablo, en la Primera Epístola a los Corintios (11, 18-19)
“Pues, ante todo, oigo que, al reuniros en la asamblea, hay entre vosotros divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros.”

Nada mejor, pues, que purificar el mal que hay dentro de la Iglesia católica.

Eleuterio Fernández Guzman, de infocatolica.

 


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