CHINA Y EL VATICANO, UNA RELACION DE ESTIRA Y AFLOJA

Las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano han sido un tanto tormentosas. Rotas a finales de los años 50, estas relaciones se han tejido en un ambiente tenso. Con el nacimiento de la República popular China, la presencia de la Iglesia fue considerada como un enemigo político de la nueva nación comunista. No fue hasta  finales de los años cincuentas cuando en el culmen del movimiento antiimperialista corto la relación con el Vaticano, fue ahí que el gobierno empujó la Iglesia china hacia la línea política de la independencia y del nombramiento autónomo de los  Obispos.

Aquí quienes sufrieron fueron los católicos de a pie, quienes tuvieron que soportar el berrinche del gobierno chino por fundar una Iglesia hecha a la medida de los intereses gubernamentales, por lo que  hubo un periodo en que , por varias circunstancias no parecía posible amar a la patria y al mismo  tiempo amar a la Iglesia. Ya entonces, incluso los que por patriotismo o los que lo sólo de palabra se adherían a esa línea, acababan pronto por perder su tranquilidad espiritual. Parecían como personas divididas. ¿Cómo puede ser católica una Iglesia local que no tiene vínculos con la Sede apostólica? Y efectivamente, tras el periodo infausto de la Revolución cultural, con la reapertura de China promovida por Deng Xiaoping, el pensamiento dominante de los católicos chinos fue el de recuperar, según los tiempos y los modos en que han podido hacerlo, la relación con la Santa Sede, el Papa y la Iglesia católica universal.

La gota que derramo el vaso fue en  1958, cuando  comenzaron las consagraciones episcopales sin consenso pontificio. Incluso después de la “reapertura” de Deng Xiaoping a finales de los años setenta. De hecho la iniciativa del gobierno chino era: «no permitir que ningún candidato a obispo fuera ordenado si sabía que tenía mandato papal».

La comunión de los obispos afines al Vaticano podía expresarse solo como vínculo guardado en el interior de las conciencias, sin ninguna manifestación canónica. Debido a esto los laicos y sacerdotes empezaron a organizarse  y  a partir de los años ochenta, se dio la rápida estructuración de una red episcopal “clandestina”, con obispos en comunión con Roma ordenados fuera de todo control gubernamental. Entonces nacía la Iglesia católica China de las catacumbas (por recordar a los primeros cristianos), esto ocasiono un fuerte número de mártires y situaciones problemáticas que sufrieron los católicos y la Jerarquía católica, misma que atrajo siempre la atención  y preocupación del Vaticano.

Algunos se reunieron en torno a obispos ordenados clandestinamente que estaban en comunión con el Papa, y que rechazaban toda relación y todo control del poder político. Pero también los obispos que habían sido ordenados sin la aprobación de la Sede apostólica comenzaron a seguir el mismo camino, solicitando que el Papa les reconociera y legitimara. Ellos también abandonaron, de hecho, la perspectiva de la independencia.

El gobierno se ha enfrentado a digamos a una resistencia civil pacifica en lo que a la obediencia de los laicos y su comunión con Roma se refiere, y es que ha habido varios casos en que el gobierno nombra Obispos y los fieles no los obedecen.

Ahora los sacerdotes no están dispuestos a ser obispos si su nombramiento no procede del Papa y no hay mandato apostólico. Muchos nuevos obispos han querido mostrar en público, al principio y al final de su consagración, la carta de nombramiento enviada por el Papa. Porque, además, saben muy bien que los fieles no harán caso a pastores elegidos y consagrados autónomamente, sin la aprobación del Papa. Los últimos obispos nombrados sin mandato pontificio están aislados y nadie quiere tomar la eucaristía de sus manos, durante la misa. En fin, admitiendo que alguien en el pasado haya tenido la tentación de hacer carrera en una Iglesia independiente, la fe del pueblo ha ayudado a todos a hacer ineficaz este proyecto. Y esto ha ayudado también al gobierno a reorientar su línea. Por lo que al parecer la política del gobierno chino con respecto a la Iglesia que era de cero tolerancia ahora se ha vuelto un tanto mas condescendiente.

En 2006, el obispo de Hong Kong Joseph Zen fue creado cardenal, e inmediatamente en China se volvió a elegir a obispos sin mandato del Papa, en abril y en noviembre. Se abrió un nuevo ciclo de declaraciones severas entre el gobierno chino y la Curia romana. Pero en enero de 2007, cuando corrió la noticia de que Benedicto XVI enviaría una Carta pastoral a la Iglesia en China, cesaron las consagraciones de obispos no autorizadas por Roma. Ese año, también el nuevo obispo de Pekín fue elegido con la aprobación del Papa. Pero luego China celebró con mucho énfasis los cincuenta años de la Asociación patriótica y de los primeros nombramientos episcopales ocurridos en 1958 sin mandato del Papa. Los dirigentes políticos reafirmaron durante las ceremonias la línea independentista a la que debe atenerse la Iglesia china.

Desde diciembre de 2007, pese a la existencia de muchísimas sedes diocesanas vacantes o dirigidas por obispos de más de 80 años, en China no había habido nuevas ordenaciones episcopales. El estancamiento se interrumpió el 18 de abril de 2010, con la consagración del sacerdote de 47 años Pablo Meng Quinglu como obispo de la diócesis de Hohhot, en la Mongolia interior, seguida de cerca por la de José Shen Bin, de 40 años, ordenado obispo de Haimen (provincia de Jiangsu) el 21 de abril, de José Cai Bingrui, de 43 años, ordenado obispo de Xiamen (provincia de Fujian) el 8 de mayo de 2010, y de José Han Yingjin, de 52 años, ordenado obispo de Sanyuan (provincia de Shaanxi) el 24 de junio de 2010. Los cuatro jóvenes obispos habían recibido el nombramiento papal y el reconocimiento de las autoridades chinas. A estas cuatro ordenaciones hay que añadir la ceremonia para la instalación episcopal oficial de Matías Du Jiang al frente de la diócesis de Bameng, que tuvo lugar el 8 de abril de 2010: el obispo había sido consagrado ya en 2004 con la aprobación de la Santa Sede, pero las autoridades civiles nunca habían autorizado la declaración pública de su status episcopal. Con el tiempo la orientación de los funcionarios políticos locales ha cambiado, hasta el pleno reconocimiento de monseñor Du como jefe de la diócesis situada, también esta, en la Mongolia interior.

Algunos detalles de la instalación y de las cuatro nuevas ordenaciones episcopales merecen ser destacados. En las liturgias de consagración, todos los consagrantes eran obispos legítimos, en plena y declarada comunión con el obispo de Roma. Por lo menos en un caso, la cacareada participación como consagrante principal de un obispo ilegítimo –Vicente Zhan Silu, obispo sin mandato pontificio de Mindong, presente en la consagración de Xiamen– fue dejada a un lado en el momento del rito. Otro obispo ilegítimo –José Ma Yinglin, vicepresidente de la Asociación Patriótica de los católicos chinos– tomó parte en la ceremonia de instalación de la diócesis de Bameng, pero en aquel caso el clero, las monjas y los laicos presentes habían negociado con los oficiales del gobierno para que no fuera él el celebrante principal de la misa, y el obispo Ma Yinglin, durante la celebración, se puso junto a los curas. En la misa de ordenación de Xiamen participó como celebrante también monseñor José Cheng Tsai-fa, arzobispo emérito de Taipei, originario de la misma Xiamen, que está en la costa china precisamente frente a la isla de Taiwán. La de monseñor Cheng fue la primera participación de un obispo taiwanés en una ordenación episcopal celebrada en la China popular. La sede de Xiamen estaba vacante desde hacía veinte años.


En este contexto, la Santa Sede publicó el Compendio de la Carta escrita por Benedicto XVI en 2007. En un apéndice de este nuevo documento está escrito que la Santa Sede, si fuera necesario, puede de nuevo conceder a los obispos chinos la facultad de consagrar a otros obispos pidiendo la aprobación papal sucesivamente. En la práctica, se advierte que se les pueden atribuir de nuevo a las comunidades clandestinas las facultades especiales que la Carta del Papa había revocado.

Aunque el gobierno Chino se molesto por las declaraciones del Vaticano en la Carta pastoral del Papa al pueblo Chino, Ratzinger fue inteligente, y en una manera muy a la diplomacia Vaticana, y es que  en la reunión  en Roma del G8 invito a Hu Jintao  al Vaticano, visita que no se pudo realizar, pero que el mismo gobierno chino vio con beneplácito y lo tomo como un calido gesto.
Pietro Luo Xuegang

Este miércoles pasado volvieron a encenderse las alertas por parte del Vaticano, y es que se efectuó la consagración episcopal de un Obispo autorizado por el Vaticano y aceptado por el gobierno Chino, se trata de Pietro Luo Xuegang como obispo coadjutor de la diócesis de Yibin en Sicuani, pero el asunto marcha bien hasta ahí, pero  es que  desde la semana pasada se anuncio que Lei Shyin que fue nombrado por la Iglesia Católica Patriótica (controlada por el Partido Comunista), excomulgado por el Vaticano y actual presidente de los católicos chinos, no solo participo en la celebración Eucarística sino que fungió como Co consagrante y  celebro la Eucaristía.  El caso llego hasta Roma y  ayer el Vaticano expreso en la voz de su portavoz: “calificó de "ciertamente positivo" el hecho de tener un obispo (Pietro Luo Xuegang) en comunión con el papa y con los obispos católicos del mundo, después de tres recientes ordenaciones episcopales sin el mandato pontificio realizadas en China.


No obstante, la participación en la ceremonia del obispo ilegitimo Lei Shyin, "que se encuentra en la condición canónica de una persona excomulgada, no va en la misma dirección y suscita desaprobación y desconcierto por parte de los fieles", aseguró el portavoz vaticano.


Sobre todo, agregó Lombardi, porque Lei Shyin "ha tomado parte como obispo consagrante y ha celebrado la eucaristía".

"En situaciones ordinarias, la presencia del obispo Lei Shyin habría tenido que ser absolutamente excluida y hubiese comportado consecuencias canónicas para todos los otros participantes", aseveró.


Lombardi reconoció que "en las presentes circunstancias es probable que los participantes no hayan podido impedir su presencia sin sufrir graves inconvenientes".

"En cualquier caso, la Santa Sede podrá evaluar mejor la cuestión en cuanto reciba información más detallada", concluyó.

En el gobierno de  Pekín han comprendido que los jefes de los organismos oficiales, para que sean de verdad reconocidos y respetados, han de ser obispos en comunión con el Papa.

El gobierno quiere la garantía de que la Iglesia no se comporte como un cuerpo político, que los obispos chinos sean independientes respecto a eventuales orientaciones políticas y geopolíticas de la Curia romana. En la práctica, se quiere evitar la posibilidad de que un obispo o eventualmente un nuncio puedan atacar la política del gobierno. Por esto en Pekín hay quienes se obstinan en querer mantener cierto control sobre los nombramientos de los obispos.

Es por eso que China quiere que el Vaticano rompa toda relación diplomática con Taiwán  y no siga interfiriendo en sus asuntos internos, pero 385 diócesis, 32 arquidiócesis y 32 Prelaturas, miles de Católicos y cientos de Sacerdotes pesan ante semejante petición, misma que seguirá ocasionando un estira y afloja en las relaciones entre China y el Vaticano.

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