HACEN FALTA SACERDOTES COMO ESTE!


Nació en 1786 y murió en 1859 a la edad de  73 años. Fue beatificado por Pio X en 1905  y  veinte años después canonizado por Pío XI. Fue un Sacerdote que  a los  ojos del  hombre era un inútil pero a los ojos de Dios fue tan  útil que gracias a el derramo su gracia para salvar muchas almas.

Durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, cerca de Belley, en Francia, con asidua predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la fuente de la santa Eucaristía, brilló de tal modo que difundió sus consejos a lo largo y a lo ancho de toda Europa, y con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas.

A los 20 años, partió al pueblecito de Ecully, donde el P. Balley había fundado un seminario parroquial.

Los estudios le causaron grandes dolores de cabeza, pues carecía de aptitudes para ellos y sólo había ido unos cuantos meses a la escuela que se había abierto en Dardilly cuando él tenía nueve años. El latín le resultaba tan cuesta arriba que, durante algún tiempo, tanto Juan María como su maestro creyeron que no lograría aprenderlo. En el verano de 1806, Juan María emprendió a pie una peregrinación al santuario de san Juan Francisco de Regis, que distaba más de cien kilómetros, para obtener la ayuda de Dios en sus estudios. Durante el camino vivió de limosna y pidió alojamiento por caridad. La peregrinación no aumentó sus aptitudes para los estudios, pero le ayudó a superar la crisis de desaliento.

En 1811 recibió la tonsura y, a fines del año siguiente, fue a estudiar filosofía en el seminario menor de Verriéres. Naturalmente, no se distinguió en los estudios; pero trabajó con tal humildad y tesón que, en el verano de 1813, pasó al seminario mayor de Lyon.

El P. Courbon, que gobernaba la diócesis en ausencia del obispo, sólo les preguntó una cosa: «¿Es bueno el señor Vianney?». «Sí, es un verdadero modelo», fue la respuesta. «En tal caso, puede ordenarse tranquilamente; Dios hará el resto». El 2 de julio de 1814, Juan María recibió las órdenes menores y el subdiaconado y volvió a Ecully a proseguir sus estudios. En junio de 1815, recibió el diaconado y, el 12 de agosto, se le confirió el sacerdocio. Al día siguiente, cantó su primera misa y fue nombrado vicario del P. Balley, a cuya intuición y perseverancia debe la Iglesia, después de Dios, el que Juan María Vianney haya recibido el sacerdocio.
El vicario general de Lyon había dicho en la ordenación de Juan María: «La Iglesia no necesita sólo sacerdotes sabios, sino también sacerdotes santos». Y Mons. Simon, obispo de Grénoble, había predicho que sería «un buen sacerdote». En efecto, Juan María sabía todo lo que un sacerdote necesita saber, aunque no lo hubiese aprendido en los libros.
Se ha exagerado mucho la decadencia espiritual de Ars en la época en que el P. Vianney llegó a la aldea, como se ha exagerado también la «ignorancia» del párroco. En realidad, la población de Ars no era mejor ni peor que la de cualquier aldea a principios del siglo XIX: ni el vicio, ni la inmoralidad se practicaban abiertamente, pero tampoco existía una religiosidad muy pronunciada; podría decirse que el gran pecado de Ars era, ni más ni menos, «el mortal escándalo de la indiferencia en la vida ordinaria». Por lo demás, había varias familias profundamente cristianas, entre las que se contaba la del alcalde y la de «la señora del castillo».

Tenia la capacidad sobrenatural de leer en las almas; su conocimiento de los hechos pasados y futuros no era menos extraordinario que sus milagros. Aunque con frecuencia se critica irreflexivamente la inutilidad de los milagros de los santos, ciertamente no se puede hacer ese reproche a los del Cura de Ars. Sus profecías no se referían a los asuntos públicos, sino a la vida de los individuos y siempre iban dirigidas a ayudar y consolar a las almas. En cierta ocasión, dijo el santo que el conocimiento de los hechos ignorados se le presentaba en forma de recuerdos.

En 1852, Mons. Chaladon, obispo de Belley, nombró al P. Vianney canónigo honorario; pero hubo que imponerle la muceta casi por la fuerza y, no conforme con quitarse la vestidura y olvidarla, la vendió por cincuenta francos, que dedicó a una obra de caridad. Tres años más tarde, algunos altos personajes, bien intencionados pero poco acertados, consiguieron que se nombrase al P. Vianney caballero de la orden imperial de la Legión de Honor. Pero él se rehusó absolutamente a aceptar la imposición de la cruz imperial y jamás la portó sobre la sotana: «Si me presento con esta clase de juguetes ante Dios a la hora de la muerte, Él puede decirme que ya recibí mi premio en la tierra.

Verdaderamente no sé cómo pudo ocurrírsele al emperador enviarme esta cruz, a no ser que haya querido condecorarme como desertor».

El 18 de julio de 1859 comprendió que se acercaba el fin y, el 29 del mismo mes, se metió en cama para no levantarse más. «Ha llegado el fin de un pobre hombre -declaró-, mandad llamar al párroco de Jassans». Todavía oyó en el lecho algunas confesiones. Cuando se esparció la noticia de su gravedad, acudieron a Ars gentes de todas partes. Veinte sacerdotes acompañaron al P. Beau cuando éste llevó los últimos sacramentos al santo Cura, quien comentó: «Es triste recibir la comunión por última vez». El obispo de Belley llegó a toda prisa el 3 de agosto. A las dos de la madrugada del día siguiente, en medio de una tormenta de truenos y relámpagos, el santo Cura de Ars exhaló apaciblemente el último suspiro. Pío XI canonizó a San Juan María Bautista Vianney en 1925 y, en 1929, le proclamó principal patrono del clero parroquial.

En pleno siglo XXI hacen falta mas Sacerdotes como Juan María Vianney, hombres decididos  y entregados en el servicio, la Iglesia deberá volver a los orígenes para levantarse de este tiempo enlodado, Dios bien sabe, que la Iglesia es Santa y Pecadora por eso envía de ves en cuando a hombres como este Santo Cura.

Felicidades a todos los Sacerdotes, en su día.

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