Uno de los grandes retos del Vaticano en este naciente pontificado se llama: China. Las relaciones
entre la Iglesia católica y China empezaron a deteriorarse desde 1949, tras la creación de la República
Popular China por Mao Zedong. En 1951 El
Vaticano y Pekín rompieron relaciones diplomáticas, ya que el Vaticano
reconoció al régimen nacionalista de Taiwán como legítimo. Y en 1957 Pekín en respuesta a la iniciativa del Vaticano pro
Taiwán responde con la fundación de la
Iglesia Patriótica Católica, la cual es administrada por el gobierno chino,
quien estableció seminarios, ordeno la consagración de Obispos y ordenación de
Sacerdotes. Esto desde luego molesto al
Vaticano.
En China hay alrededor de seis millones de católicos son reconocidos
oficialmente y están divididos entre su
lealtad al Estado comunista chino y el respeto espiritual al Papa pero quienes
son totalmente fieles a Roma son incluidos por las autoridades en la llamada
iglesia clandestina.
Entre los católicos, se calcula que un 60 % pertenece a la
“Iglesia oficial”, controlada por la Asociación Patriótica de los Católicos
Chinos (dependiente de las autoridades políticas), mientras que un 40 %
formarían parte de la Iglesia clandestina. La proporción puede variar mucho,
pues después de la ordenación de 3 obispos de la Iglesia oficial (el año 2006)
sin el permiso de Roma, muchos católicos “oficiales” han empezado a pasar a la
Iglesia clandestina.
Existen 138 diócesis dirigidas por 79 obispos “oficiales”.
De ellos, un 90 % ha sido reconocido por el Vaticano y así pueden ejercer en
plena comunión con el Papa. Como se ve, muchas diócesis no tienen obispos que
las dirijan.
El número de obispos clandestinos es incierto, pero se calcula que pueden ser alrededor de 50, o quizá más.
Más del 60 % de los obispos ha cumplido los 75 años, y un 50 % de los obispos tienen más de 80 años. Se trata, por lo mismo, de un episcopado con pocas personalidades “jóvenes” y muy marcado por el envejecimiento.
Los sacerdotes oficiales son más de 2200. Existen 19 seminarios aprobados por el gobierno, en los que estudian más de 1300 seminaristas.
El número de obispos clandestinos es incierto, pero se calcula que pueden ser alrededor de 50, o quizá más.
Más del 60 % de los obispos ha cumplido los 75 años, y un 50 % de los obispos tienen más de 80 años. Se trata, por lo mismo, de un episcopado con pocas personalidades “jóvenes” y muy marcado por el envejecimiento.
Los sacerdotes oficiales son más de 2200. Existen 19 seminarios aprobados por el gobierno, en los que estudian más de 1300 seminaristas.
Incluso el misionero principal que encabezo la primera misión
a China está enterrado en Beijing, se llama Mateo Ricci. Los Jesuitas siempre
han querido estar en China, al grado que a pesar de las dificultades lo siguen haciendo, y hoy con un Jesuita al frente de la Iglesia
católica hay una fuerte posibilidad.
El gobierno chino sabe el poder que tiene la Iglesia
católica por eso la limita, y sabe que
es mas peligroso para sus proyectos comunistas que cualquier otra institución. El
Conclave y la elección de Bergoglio como
Francisco coincidieron con la
asunción del nuevo Presidente de China,
llamado Xi Jinping. Y ambos, desde sus respectivas tradiciones, visiones y
valores, no podrán eludir contribuir a un diálogo intercultural propio del
siglo XXI. En ello los jesuitas recibieron en 2007 la instrucción de Benedicto
XVI de “trabajar en las fronteras”, una tarea que en versión moderna era
acercarse a todos los temas complejos de la globalidad contemporánea. Fue el
marco de su quehacer en China.
Los jesuitas tienen un provincial para China. Pero también
hay presencia similar en Hong Kong, donde ya se avanza en la idea de una
universidad jesuita en China, con compromiso de participación de instituciones
como se caracteriza a las Universidades jesuitas.
China no tiene relaciones diplomáticas con la Santa Sede,
porque éstas se trasladaron a Taiwan tras la creación de la República Popular
China. Hay una iglesia católica oficial (Iglesia Patriótica) y una iglesia
“sumergida” obediente al Vaticano, para una población católica de 10 a 12
millones. Pero eso no impide gestos y aproximaciones cada tanto. Un ejemplo,
las declaraciones de la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hua
Chunying, tras la elección del cardenal argentino como Papa:
“Felicitamos al obispo de Argentina por convertirse en el
nuevo Papa. Esperamos que la Iglesia romana, bajo el liderazgo del nuevo Papa,
pueda colaborar con China, hacer esfuerzos conjuntos y crear condiciones
favorables para mejorar las relaciones entre ambas partes”.
Por cierto, ese acercamiento tiene dos obstáculos fuertes a
superar: que el Vaticano rompa sus vínculos diplomáticos con Taiwan y que el
nombramiento de los obispos no dependa de la Santa Sede. Dicen los gobernantes
chinos que ellos no pueden aceptar que otro Estado nombre autoridades en el
suyo. Son temas que requerirán trabajo delicado y de bajo perfil.
Pero los jesuitas saben todo eso e igual han ido creando
vínculos en China. En la primera semana de julio 2007 ocurrió un hecho
importante, al cual no fue ajena la embajada de Chile en ese país. El mismo día
que el Papa Benedicto XVI hacía pública su carta a los católicos de China (un
texto que fue bien recibido en Beijing), 26 provinciales jesuitas de lengua
hispana llegaron a este país asiático con el fin de conocerlo mejor y poder
acercarse más a él. El grupo estaba integrado por provinciales de la Compañía
de Jesús de España, Italia, Portugal y América Latina, visitaron China y
asistieron a un seminario sobre la realidad china.
Como es lógico, ese encuentro se hizo con el beneplácito de
las autoridades y más de un diálogo tuvo lugar con representantes del Partido
Comunista. Los temas del impacto de la modernidad en hombres y mujeres de China
y las interacciones culturales en el mundo global fueron parte de esos
intercambios. Al mismo tiempo, los participantes escucharon diversas
conferencias de académicos extranjeros residentes en Beijing, entre otros de
Mario Artaza, hoy Cónsul General de Chile en Hong Kong y Juan Enrique Moya,
entonces Agregado Agrícola de la Embajada de Chile.
En enero de 2008 el Superior General de la Compañía de
Jesús, padre Peter-Hans Kolvenbach, presentaba su dimisión al cumplir 80 años.
Al hacerlo dijo que los jesuitas viven «el tiempo de la espera» en su deseo de
regresar a China, país en el que estuvieron presentes desde los orígenes de la
Compañía. Ahora, su sucesor, el español Adolfo Nicolás, junto con saludar con
entusiasmo al nuevo Papa señaló: “Compartimos la alegría de toda la Iglesia al
tiempo que deseamos renovar nuestra disponibilidad para ser enviados a la viña
del Señor, conforme al espíritu de nuestro voto especial de obediencia”.
¿Será China parte de esa viña del señor de que hablan los
jesuitas? El escenario de los acercamientos ha cambiado. Y ello favorece una
tarea en Asia, en la cual son expertos. Nicolás, el actual Superior, vivió por
años en Tokio desde donde estuvo a cargo de la Conferencia de Provinciales de
Asia Oriental y Oceanía. Fue corresponsable de toda la región jesuita de Asia
Oriental que va desde Myanmar (Birmania) y China a Micronesia en el Pacífico.
En 1982, cuando se cumplieron 400 años de la llegada de los
jesuitas a las costas de China se hizo una importante celebración en Roma. Nada
pasó en Beijing. Pero en 2010, cuando se cumplieron los 400 años de la muerte
del padre Mateo Ricci, se organizó una gran exposición con más de 200 piezas y
cuadros enviados desde Italia, en uno de los mejores museos de Beijing,
inaugurada por ministros y autoridades de China. Entonces, por la CCTV (la
televisión oficial china) se dijo: “Ricci presentó muchos regalos al emperador,
entre los que se incluían representaciones de Dios y de la Virgen María. Esas
pinturas sorprendieron a los ministros y a la familia real. Desde ese momento
los chinos comenzaron a conocer las religiones occidentales, especialmente el
catolicismo. También fue el preludio del intercambio artístico entre China y
Occidente. Ricci fue la primera persona en ganar la confianza del pueblo chino,
e inspirar su curiosidad sobre el mundo occidental.”
Los jesuitas tienen una historia con China, larga y experta.
El Papa lo sabe y eso puede llevar a cambios en la relación con Beijing.
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