La batalla por el poder se cierne silenciosamente
en el Vaticano. La rebelión de los Cardenales, hasta ahora 5, pero se dice que
son más de 10 se está agudizando. Francisco no ha dicho nada pero su actuar en
años pasados hace pensar que actuara muy a su estilo, dará el golpe final y de muerte a sus adversarios, mientras los está
dejando actuar, operar y trabajar para conocer sus debilidades y sus contactos.
La situación es grave, no es la respuesta de
Bergoglio, no es la respuesta a la duvia o la infabilidad papal, se trata de un
acto de rebeldía y fanatismo el cual debe acabarse con la destitución de
Cardenales, uno, dos o hasta diez, el poder del Papa debe hacerse
sentir, para que no digan que la iglesia tiene una cabeza amorfa.
Si bien esta situación debe enseñar a Francisco a
gobernar con autoridad y no con soberbia, a ser un Papa que tienda puentes no
solo afuera sino al interior de la misma Curia y a hablar con dirección, porque
muchos de los problemas que hoy enfrenta este Pontificado es por la
tergiversación de las palabras de Francisco. Bergoglio puede gobernar y
preocuparse de las periferias si así lo quiere, aunque para muchos este
pontificado tenga algunas salpicadas de populismo mediático.
La destitución de Burke está en la mesa del
sobrio escritorio de Bergoglio, la primera llamada de atención fue la
intervención de la orden de Malta, para indicarle a Burke que su presencia en
esa Orden no dado resultado, de ahí se valdrá “La Gioconda”, como le decían a Bergoglio los
jesuitas bonaerenses por su manera indescifrable de actuar, para empezar la
lenta suspensión de Burke quien en los últimos días ha tenido una fuerte
presencia mediática con el fin, “según el” de presionar al Papa para que hable.
Ahora Burke quien para muchos ha perdido la
cabeza ya no solo exige al Papa contestar la Duvia, tampoco le pide que se retracte, ahora lo está acusando de
hereje, aunque Burke tenga la dignidad cardenalicia no le da derecho a tratar
así a Bergoglio.
La cosa se pondrá buena en los primeros meses de
2017, porque es cuando Burke afirma que dará a conocer públicamente su
descontento y hará al Papa el auto formal de corrección. Bueno si es que
Bergoglio antes no lo desconoce y destituye como Cardenal, esta sería al menos
una solución inteligente para evitar que Burke arrastre a un mini Cisma.
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